Estaba en mi casa merendando tranquilamente, viendo dibujos en la tele cuando sonó el timbre. Normalmente ni iría a mirar, pero como estaba cantando a pleno pulmón la canción de Doraemon era imposible fingir que no había nadie en casa. Podría pasar del tema igual, pero me han educado en la creencia de que cosas como no abrir la puerta o no coger el teléfono cuando llaman son crímenes contra la humanidad. Gracias mamá.
La cosa es que me asomó y veo a un chaval trajeado esperando ante la puerta, la cual abro sin pensar mucho. En los gifs tenéis ejemplos animados de mis diferentes reacciones durante la conversación, que fue tal que así:
-Hola.
-Hola.-contesté.
-¿Qué tal?.
-Bien.
-¿Bien?.
-Bien.
-...
-...
-...
-...
-Vengo por la instalación de la fibra óptica, ¿has visto unas cajetillas negras que han puesto en la fachada?.
-No.
-Vale.-sonrisa incómoda.-No sé si tendrás internet en casa.
-Lo que tengo es poco tiempo.-se me veía muy ocupada con mi chándal y mis zapatillas de andar por casa.
-Vale, yo voy a ser muy breve.
-¿Eres de Jazztel?.-pregunta tonta, llevaba una tarjeta de Jazztel colgando del cuello.
-Sí.
-Mira, lleváis llamando todas las tardes por teléfono que no sabemos ya cómo deciros que no nos interesa.
-Yo es la primera vez que vengo...
-Mira tío, yo entiendo que tú estás trabajando y no tienes culpa de nada...
-...pero sois unos pesados y no puedo con vuestra empresa.
Y le cerré casi sin decirle adiós y ahora me he quedado fatal.
Se ve que el pobre chaval llevaba poco trabajando en esto y me siento terriblemente culpable, pero es que analizando la situación he llegado a la conclusión de que no hay una manera amable de cerrarle a esta gente. Haga lo que haga me voy a sentir mal luego, así que me consuela pensar que no he sido la más borde que se va a encontrar, que les entrenan para encajar estas cosas y que quizá el tío en su vida personal sea un hijo de puta.
No sería tan raro, el mundo está plagado de hijos de puta.